lunes, 4 de abril de 2011

El rey que perdió la cabeza


El rey que perdió la cabeza,
Enrique IV Rey de francia


Enrique IV
Enrique de Borbón (Pau, 13 de diciembre de 1553 – París, 14 de mayo de 1610) fue rey de Navarra. Aunque con el nombre de Enrique III entre 1572 y 1610 y rey de Francia como Enrique IV entre 1589 y 1610, primero de la Casa de Borbón en este país, conocido como Enrique el Grande (Henri le Grand) o el Buen Rey (Le bon roi Henri) y copríncipe de Andorra (1562-1610).
A menudo es considerado por los franceses como el mejor monarca que ha gobernado su país, siempre intentando mejorar las condiciones de vida de sus súbditos. Se le atribuye la frase: «Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos», que simplifica perfectamente su política de hacer feliz a su pueblo, no sólo con poder y conquistas, sino también mejorando sus vidas.
Enrique IV fue coronado rey de Francia en la Catedral de Chartres el 27 de febrero de 1594 y entró en París ese mismo año. Sin embargo, tuvo que sostener combates hasta 1598 para acabar con los últimos reductos de la Liga Católica y para rechazar los ataques españoles. Ese año firma la paz con España (Paz de Vervins), por la que Felipe II renuncia a intervenir en los asuntos franceses y reconoce la legitimidad del monarca.

edicto de nantes
La tan esperada tolerancia religiosa hacia los hugonotes es decretada por el Edicto de Nantes (1598) y fue acompañada del reconocimiento del catolicismo como religión del Estado y de una política de reconciliación basada en la renuncia a toda revancha o depuración; con ello puso fin a los conflictos religiosos que asolaban el país desde mediados del siglo XVI y consolidó la corona.



María de Médici
El 17 de diciembre de 1600 se casó, en segundas nupcias, con la princesa italiana María de Médici, que le daría seis hijos.
A partir de 1598, y para consolidar la corona, restauró la autoridad real. No admitió primer ministro, dejó de convocar los Estados Generales, redujo la influencia de los parlamentos y controló el acceso a los puestos de la administración y la corte. Adoptó políticas y emprendió proyectos de todo tipo para mejorar la vida de sus súbditos, lo que le convertiría en uno de los gobernantes más populares del país.
En ese período, Francia vivió un importante avance económico que se extendió más allá de sus fronteras. Financió varias expediciones de Pierre Dugua, Sieur de Monts y Samuel de Champlain a Norteamérica, de forma que, durante su reinado, se fundaron las primeras colonias francesas en Canadá. Durante su reinado, además, fue nombrado el primer Ministro de Relaciones Exteriores de la historia, Louis de Revol.

intento de asesinatos
Enrique IV fue un hombre compasivo y amado por su pueblo, pero también fue odiado por aquellos que se oponían a su política religiosa. Hubo varias tentativas de asesinato en las calles de París, como la de Jean Châtel (1594), hasta que el 14 de mayo de 1610 el fanático católico François Ravaillac acaba con su vida, después de intentar hablar con el monarca con la intención de hacerlo entrar en razón. Enrique IV venía de visitar a su ministro de Finanzas que estaba enfermo, con el que tenía una gran amistad. Salió en su carruaje, atravesó una calle pequeña, en la cual había dos carretas que le impedían el paso; de una de las carretas salió el asesino, que le propinó dos mortales puñaladas.
Fue sucedido por su hijo, Luis XIII de Francia, el cual durante su minoría de edad, hasta 1617, estuvo bajo la regencia de su madre, la reina María de Médici.
Cuatro años después de su muerte se erigió una estatua en su honor en París; durante la Revolución Francesa fue destruida, pero fue la primera en ser reconstruida en 1818. Su nombre avivó la restauración de la monarquía en Francia y la pieza musical Vive Henri IV incluso fue usada como himno oficioso durante la restauración borbónica y aún reivindicada por movimientos monárquicos.

 la Revolución francesa
En 1793, durante la Revolución francesa, los cuerpos de los reyes, reinas, príncipes, princesas y nobles inhumados en la basílica de Saint-Denis fueron extraídos de sus ataúdes, profanados y enterrados en una fosa común fuera del edificio. El cuerpo de Enrique IV se encontró en buen estado (ya que fue momificado a la italiana), y fue expuesto durante varios días al público, sufriendo todo tipo de mutilaciones, entre ellas la de la cabeza.



joseph-Emile Bourdais 
Cuando en 1817 el rey Luis XVIII decidió restaurar las capillas mortuorias y devolver los restos reales a su emplazamiento original, se encontró con que tres cuerpos carecían de cabeza, uno de ellos, el de Enrique IV.
No se supo del paradero de la cabeza hasta 1919, cuando Joseph-Emile Bourdais la adquirió por 3 francos en una subasta. Buordais aseguraba a todo el mundo que la reliquia era realmente la cabeza momificada de Enrique IV, pero nadie lo creyó, ni tan siquiera el Museo del Louvre, quien la rechazó. Buordais murió, y su hermana custodió la reliquia hasta que se la vendió por 5000 francos a Jacques Bellanger, quien la mantuvo oculta en su casa. Unos periodistas, con la colaboración de Jean-Pierre Babelon (presidente de la Sociedad Enrique IV) lograron localizar al ya jubilado Bellanger, quién, tras varios meses, confesó que tenía la reliquia y accedió a cederla para una investigación científica por la cual se pudo comprobar casi al 100% que la cabeza era de Enrique IV (con la imposibilidad de usar la prueba del ADN). Bellanger pidió que la cabeza fuera entregada a Luis Alfonso de Borbón, heredero de la dinastía y pretendiente al trono francés como Luis XX.
Un equipo de científicos dirigido por el doctor Philippe Charlier ha confirmado que el misterio de la cabeza de Enrique IV de Francia ha sido resuelto. El "buen rey", como fue conocido durante su mandato, murió asesinado en 1610. Y aunque recibió un entierro a la altura de su rango, los revolucionarios franceses profanaron su tumba, mutilaron el cadáver y dispersaron sus restos. Cuando se serenaron los furores, Enrique IV volvió a recibir sepultura en la basílica de Saint-Denis; con la sola excepción de la cabeza, que se creyó perdida para siempre.

Y ello fue así porque sus sucesivos poseedores a lo largo de cuatro siglos nunca lograron convencer a sus interlocutores de que la testa embalsamada con la que pretendían hacer negocio era la del rey. Hasta donde se sabe, uno de ellos fue un pintor de Montmartre que consiguió venderla a un anticuario por la módica cifra de tres francos. El anticuario no debió de amasar con ella una fortuna, puesto que solo cosechó sospechas. De mano en mano, la cabeza de Enrique IV fue a parar a una estantería en la casa de un jubilado, donde ha sido encontrada.

basílica de Saint-Denis
Lejos de estar resueltos, los problemas comienzan ahora, una vez desvanecido el misterio. Porque, si bien existe un protocolo para los entierros de Estado, es dudoso que la República de hoy deba rendir honores a un rey de hace cuatro siglos. Y otro tanto cabría decir de unas exequias religiosas. Sobre todo cuando los honores no se refieren a su cadáver, sino a una parte de él. El hecho de que se trate de la cabeza, y no de un dedo, hace que el asunto resulte menos embarazoso, pero igualmente desconcertante. Por si acaso, el administrador de la basílica de Saint-Denis ya ha adelantado que el hallazgo no cambia nada.



Mientras se resuelve qué hacer con la cabeza de Enrique IV, cabría considerar su rocambolesca historia como una metáfora del destino. Una testa coronada que acaba en una estantería en la casa de un jubilado entraña una impagable lección sobre los caprichos de la fortuna; tan impagable que, pensando en las generaciones futuras, tal vez lo mejor sería dejarla donde la han encontrado.

Louvre
Este será el real descanso para una reliquia que ha pasado de unas manos a otras durante siglos. Tras la profanación de Saint-Denis, el rastro de la célebre cabeza reaparece en el siglo XIX en la colección privada de un conde alemán. Después, se pierde de nuevo su pista hasta 1919, cuando aparece en una subasta en el Hôtel Drouot, donde un anticuario de Dinard la compró por tres francos.
"Removió cielo y tierra para probar que se trataba de la cabeza del rey, la ofreció al Louvre, al museo Carnavalet, pero nadie le creyó", relata Huguet. Tras morir el anticuario, la reliquia estuvo un tiempo en manos de su hermana. Luego, volvió a perderse su rastro.
"Hace dos años, [reapareció] en casa de un jubilado de 84 años que la guardaba en secreto desde 1955", según la productora del documental donde se muestra la investigación científica.

heridas
En 2008, apareció lo que parecía ser la cabeza del monarca en casa de un jubilado. Según explican los autores de la nueva investigación, que acaba de publicar la revista científica British Medical Journal, la testa, embalsamada, se encontraba "en perfecto estado". Ojos cerrados, boca abierta y algunas características que han permitido identificar a la perfección al monarca.
Una lesión cerca de la nariz, un lóbulo perforado y una cicatriz facial -de un intento de asesinato- estaban entre las señas particulares del monarca y fueron identificadas en la cabeza.

Asimismo, los métodos utilizados para embalsamarla cuadraban con la técnica usada en su momento, aseguran los científicos en un informe publicado por el British Medical Journal

Philippe Charlier
El minucioso análisis del forense y osteoarqueólogo Philippe Charlier y sus colegas identifica numerosas características que coinciden con los retratos, bustos y crónicas de la época. Su incipiente calvicie, los restos de cabellos blancos y pelirrojos en la cabeza y la barba, una penosa dentadura o un pequeño agujero en una oreja. "Sabemos que Henri IV llevaba un pendiente en su oreja derecha, tal y como hacían otros de la corte de Valois", exponen en la revista científica

Además, en la mejilla presentaba una herida que coincidía la que le causó el joven Jean Châtel cuando intentó asesinarle en 1594. La cabeza presentaba también tres cortes en el cuello que recordarían la guillotina por la que pasó, por obra y gracia de los revolucionarios, en 1793. También coincide el modo de embalsamado del que hablan las crónicas de la época.
No fue posible utilizar evidencia basada en el ADN para identificar la cabeza, debida que fue imposible encontrar una muestra que no estuviera contaminada.

"La cabeza humana tiene un color café claro, la boca abierta y los ojos parcialmente cerrados", explicaron los científicos dirigidos por el patólogo forense Philippe Charlier.
"Está en excelente estado, con todos los órganos internos y tejidos blandos bien conservados".

cabeza data 1450 y 1650
Tras todas estas evidencias, Charlier y sus colegas -que han datado la cabeza embalsamada entre 1450 y 1650 mediante las pruebas de carbono- consideran que, sin duda, se trata de la cabeza del monarca. "Ahora que ha sido positivamente identificado según los más rigurosos argumentos de cualquier examen forense antropológico, la cabeza del rey francés volverá a ser enterrada en la real basílica de Saint-Denis tras un solemne funeral".
Enrique IV fue uno de los monarcas favoritos de los franceses.
Se convirtió al catolicismo para concluir las guerras de religión en su nación, declarando que "París bien vale una misa", aunque después fue asesinado por un católico fundamentalista.

el Pont Neuf 
El rey construyó el Pont Neuf y la Place des Vosges en París, dos sitios emblemáticos de la capital francesa.
Enrique IV fue el primero de un linaje de reyes Borbones, que incluyó a su nieto Luis XIV, el Rey Sol.
Actualmente, el cráneo se encuentra en un banco cerca de París, a la espera de que se celebre una ceremonia de inhumación en Saint-Denis






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