viernes, 12 de agosto de 2011

Las Profecías de San Malaquías, la profecias de los papas,


Las Profecías de San Malaquías, la profecias de los papas,



Tenemos tres previsiones sobre el final de esta locura a la que llamamos mundo. Dos son proféticas. La otra, natural. Si se cumple el Calendario Maya, todo finalizaría el día 21 de diciembre de 2012, o sea, dentro de año y medio. Si, como dicen los astrónomos que podría suceder, el asteroide Apophis se estrella contra nuestro planeta (probabilidades: una entre 45.000) entonces una hecatombe cuarenta mil veces más dañina que la bomba atómica podría hacer puré a una gran parte de la población mundial en el año 2036, previo susto como aperitivo en 2029, en que la piedra celestial nos rozará en su viaje. Y si el que acierta es Isaac Newton –sí, sí, Isaac Newton–, la humanidad se irá a freir espárragos en 2060, fecha bíblica «detectada» por el descubridor de la ley de gravitación universal.


Hasta hace muy poco no se ha conocido el estudio profundo que hizo Newton para dar con la fecha del Apocalipsis de que habla la Biblia. Nadie pensó, ni llegó a saber en su época, que el cerebro más brillante de la historia hasta ese momento (entregado a insospechados cálculos matemáticos y a revolucionarios descubrimientos científicos) dedicaba muchísimas horas a la investigación de la Biblia haciendo profundas reflexiones y averiguaciones sobre las profecías de Daniel. El resultado de sus trabajos permaneció en secreto más de dos siglos y medio hasta que se descubrieron sus documentos, depositados hoy en el estado de Israel. Por supuesto, no se acepta fácilmente que una mente prodigiosa, capaz de desentrañar leyes físicas que rigen el Universo –algo tan alejado de las creencias religiosas–, asegurara que la fecha del Apocalipsis está predeterminada (2060) y que él la descubrió mediante estudios del Antiguo Testamento. En la ciencia, obviamente no, pero en la religión sus teorías están cuestionadas. Newton fue un personaje extraordinario, introvertido y extraño, que jamás tuvo relación de pareja ni vida familiar, que todo su tiempo lo dedicó a la Ciencia –su faceta reconocida– y al estudio de la Biblia, su obsesiva devoción, menos divulgada.

El profeta Daniel, San Malaquías y Nostradamus conforman las tres fuentes básicas que alimentan el imaginario popular en la creencia de que, tarde o temprano, se acabará de forma dantesca este perro mundo. Pero, de pronto (es un decir), el trío se convierte en cuarteto con un nuevo e insigne protagonista de la temible predicción apocalíptica: Sir Isaac Newton, uno de los dos grandes genios de la humanidad. (El otro, ya lo saben, fue Albert Einstein.) 
Resumiendo: Los mayas nos asustan, pero no del todo. ¿A qué llamaron ellos el fin del mundo? Unos expertos dicen que sólo se trata de un cambio de ciclo y otros que cambiarán más cosas, pero sin lluvias de fuego. El Apophis, un peligro real que anda por ahí orbitando y buscando pelea, puede ser neutralizado mediante un pepinazo atómico que desvíe su trayectoria o lo convierta en polvo galáctico. Si los gobiernos de las potencias se ponen de acuerdo, será como en la película. 

Una nave partirá de Cabo Cañaveral y desintegrará para siempre al meteoro. Si no lo hacemos, éstas serían las consecuencias de un hipotético choque contra nuestras cabezas el dia19 abril 2036. La piedra caería en el Pacífico, el impacto (un millón de megatones) produciría un cráter de ocho kilómetros, desataría tsunamis, nubes de tierra, destrucción masiva. Salvado ese ataque, como en el cine, sólo nos quedaría el Apocalipsis de Newton para 2060. «Cuán largo me o fiais», que diría el Tenorio. En cualquier caso, todos, especialmente los que aspiren a estar en la fiesta (jóvenes, niños y los que vengan) deberíamos serenar el ánimo y racionalizar las plegarias. Que «La Roja» siga ganando mundiales, que una pandemia de paz y amor contrarreste los efectos del Armagedon; que dictadores, sátrapas, tiranos, inútiles, mourinhos, ineptos, imbéciles, estúpidos, déspotas –y demás ralea que mangonea el mundo- se transmuten en personas, obligándolos (como en La Naranja Mecánica) a ver Sálvame sin dejarlos parpadear; y el mismo castigo a niñatos descerebrados y vejestorios con chupas de cuero raídas que nos rompen los tímpanos con el escape libre de sus mierdas de motos; que los amigos de verdad dejen de ser tan sinceros, que tanta espontaneidad jode; que quienes escribimos para que nos quieran, como Gabo y yo, aspiremos a que las personas queramos querernos querer y si alguna no nos quiere la dejamos tranquila para siempre. Hasta el juicio final. Ah,

Profecias no tan conocidas,


Las Profecías de San Malaquías son dos textos que supuestamente le fueron revelados al arzobispo católico san Malaquías de Armagh durante el término de una peregrinación hacia Roma en 1140. No obstante, ambos escritos se dieron a conocer siglos después —cuando muchos de los sucesos predichos ya habían sucedido—, por lo que se han establecido serias dudas sobre su autenticidad. El hecho de que su íntimo amigo san Bernardo de Claraval, autor de la Vida de San Malaquías, no las mencione refuerza la tesis de que puedan ser una falsificación muy posterior (si bien es cierto que en su Breviario indica que gozaba del don de la profecía, sin entrar en más detalles). No obstante, es famosa en todo el mundo su atribuida Profecía de los Papas, normalmente considerada de carácter apocalíptico


La primera profecía de San Malaquías hace referencia a los sucesos futuros de su tierra natal, Irlanda. Su redacción, muy distinta a la de la segunda, predice que Irlanda caerá en manos de los ingleses y sufrirá persecuciones y calamidades de todo tipo durante «una semana de siglos». Transcurrido este tiempo, será «liberada de sus opresiones» (u «opresores»), que sufrirán toda clase de castigos terribles, y entonces Irlanda desempeñará un papel prioritario en la conversión de Inglaterra al catolicismo. Esta profecía es en apariencia extraordinaria, dado que san Malaquías murió siglos antes de que surgiera el anglicanismo e Inglaterra lo asumiera. Lamentablemente, la primera noticia que tenemos sobre ella nos la da Dom Mabillon, un monje benedictino francés del siglo XVII,

La segunda profecía de San Malaquías aparecería antes: para ser exactos, en el Lignum Vitae, publicado por otro monje benedictino francés, Arnold de Wyon, en 1595. Un erudito en la historia de su Orden, dedicó este libro al Rey de España Felipe II, y es en esencia una biografía colectiva de los benedictinos elevados a la dignidad episcopal. Tras unos párrafos sobre San Malaquías, termina diciendo: «Escribió varios opúsculos. Hasta el día de hoy no he tenido ocasión de ver ninguno, exceptuando una profecía relacionada con los soberanos pontífices. Puesto que es muy breve, y que yo sepa no ha sido dada a imprimir todavía, y dado que a muchos les complacería conocerla, copio a continuación su contenido». Supuestamente, el texto original estaría o habría estado custodiado en el Archivo Secreto Vaticano durante esos 400 años.
Sigue una serie de 112 pequeños lemas o frases en latín sin numerar haciendo alusión alegórica a los siguientes 112 papas que gobernarían la Iglesia Católica, desde Celestino II (1143-1144) hasta un supuesto Pedro el romano, incluyendo a los Antipapas. Es curioso observar que las divisas correspondientes a los Papas anteriores a 1595 son mucho menos ambiguas que las sucesivas

Una de las profecias que acerto fue llamada, la del papa, De rore Coeli
Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como De rore coeli ('Rocío del cielo'), cita que hace referencia a que fue obispo de Rossano y Ros significa 'rocío', y a que sólo gobernó la Iglesia durante trece días, un periodo tan breve como el rocío del cielo.
Urbano VII (* Roma, 4 de agosto de 1521 – † Roma, 27 de septiembre de 1590) fue el papa número 228 de la Iglesia católica en 1590.


San Malaquías de Armagh o de Irlanda —nacido Maelmhaedhoc O’Morgair— (1094, † 2 de noviembre de 1148), arzobispo católico de Armagh (Irlanda), hijo de Lector de Armagh.
Se le recuerda sobre todo por dos series de profecías que supuestamente le fueron reveladas al término de una peregrinación a Roma en el verano de 1140. Su festividad se celebra el 3 de noviembre.
San Celso le ordenó sacerdote en 1119, y en 1123 fue nombrado abad de Bangor. Un año después alcanzó la dignidad de obispo de Bangor y, en 1124, de primado de Armagh. En 1127 pasó a ser el confesor del príncipe Cormac MacCarthy de Desmond Guinness, y tras el saqueo de Connor establecería allí una comunidad monástica bajo la tutela de Cormac, ya rey. Al moriri san Celso, es nombrado arzobispo de Armagh 1132 no sin pasar por varias intrigas. Entre otras, hubo de comprar el báculo de Jesús a un usurpador.

Hombre de gran celo religioso, su amigo, san Bernardo de Claraval, nos recuerda que Malaquías restauró la disciplina en el seno de la Iglesia de Irlanda, persiguió el paganismo y restableció la moral católica. Dividió la sede pastoral entre Down y Connor, quedándose en la primera, donde establecería un priorato. A principios de 1139 viaja a Roma pasando por Escocia, Inglaterra y Francia, donde visitó a San Bernardo. Su intención era pedirle al Papa Inocencio II palios para las sedes apostólicas de Armagh y Cashel.

Malaquías se encuentra con una situación espantosa en Roma, totalmente corrupta y con el Papado a merced de los señores italianos. Es en estos momentos cuando parece tener sus visiones proféticas, que imbuyeron gran moral al Papa al hacerle sentir que la Iglesia Católica de Occidente no estaba aún en sus últimos momentos. Volvió a su tierra natal con los dos palios y la dignidad de primado de Irlanda. En 1142, estableció la gran Abadía de Mellifont. Quiso volver a Roma en 1148, pero hallándose en Clairvaux cayó enfermo y murió en las manos de san Bernardo. Se le atribuyen múltiples milagros. Fue canonizado por el Papa Clemente III el 6 de julio de 1199. La relación de sus numerosas reliquias se halla enumerada en el volumen CLXXXV del Patrologiae cursus completus de Jacques-Paul Migne.

Seran verdaderas, estas profecias o sera como dice el  erudito español Benito Jerónimo Feijoo anota en su Teatro Crítico Universal, Tomo II, VI, Profecías supuestas, numerales 37, 38 y 39 que la profecía es apócrifa, que le fue entregada a Alfonso Chacón y que sólo tiene precisión hasta Urbano VII, lo que muestra el fraude. Para el jesuita Claude-François Menestrier estas profecías fueron fabricadas para propiciar la candidatura a Papa de Girolamo Simoncelli, cardenal de Orvieto en 1590 para suceder a Urbano VII. También el historiador español José Luis Calvo confirma que hasta ese Papa los lemas calzan muy bien con los Papas y a partir de esa fecha hay que hacer esfuerzos para que coincidan. Lo más probable es que la profecía haya sido hecha por alguien que utilizó el prestigio del erudito y arquéologo dominico Alfonso Chacón o Alphonsus Ciacconus quien comentó los lemas en el texto de 1595 hasta Urbano VII.
Sera mito o verdad, 











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