domingo, 7 de agosto de 2011

Uno de los robos de obras de artes más audaces, quien robo a la Gioconda,

Uno de los robos de obras de artes más audaces,  quien robo a la Gioconda,


Fue uno de los robos de artes mas audaces de la historia, el robo de la Gioconda,
La Gioconda es el retrato más famoso de la historia y quizás el cuadro más famoso de la pintura occidental. Su fama se debe probablemente a las múltiples referencias literarias, a las diversas interpretaciones sobre la protagonista y al robo escandaloso ocurrido el 21 de agosto de 1911.
Es además la última gran obra de Leonardo, si se tiene en cuenta que siguió retocándola hasta sus últimos años. Cuando Leonardo se marchó a Roma a instancias del nuevo Papa, su vida se hizo monótona y nada productiva. Leonardo falleció sin encargos importantes, bajo la protección de León X, Giovanni de Médici, hijo del gran Lorenzo de Médici.
Después de terminar el cuadro, Leonardo llevó su obra a Roma y luego a Francia, donde se conservó hasta su fallecimiento. Se sabe que pasó a manos del rey francés Francisco I, quien la habría comprado a un valor de 12.000 francos (4.000 escudos de oro), aunque no está claro si fue en 1517, antes de la muerte del artista, o con posterioridad a su fallecimiento en 1519. 


Tras la muerte del rey, la obra pasó a Fontainebleau, luego a París y más tarde al Palacio de Versalles. Sin embargo, está comprobado que permaneció en las colecciones reales francesas y que en el siglo XIX, Napoleón Bonaparte lo tuvo guardado en el Palacio de las Tullerías tras una temporada en su residencia. Con la Revolución francesa llegó al Museo del Louvre, donde se encuentra actualmente; Napoleón lo retiró de allí para colocarlo en su cámara personal. Finalmente regresó al museo, donde se alojó hasta 2005 en la Sala Rosa, y fue trasladada en ese año al Salón de los Estados. Es pertinente decir que la mayoría de datos acerca del cuadro se poseen gracias al trabajo biográfico del pintor contemporáneo Giorgio Vasari.


El cuadro La Gioconda, también conocido como La Mona Lisa, La Monna Lisa, La Joconde en francés o Madonna Elisa, es una obra pictórica de Leonardo Da Vinci. Desde el siglo XVI es propiedad del Estado Francés, y se exhibe en el Museo del Louvre de París.
Su nombre oficial es Gioconda (que, traducido del italiano al castellano es alegre), en honor a la tesis más aceptada acerca de la identidad de la modelo, apoyada en el hecho de que era esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo y que su nombre era Lisa Gherardini.
Es un óleo sobre tabla de álamo de 77 x 53 cm, pintado entre 1503 y 1506 y retocado varias veces por el autor. La técnica usada fue el sfumato, procedimiento muy característico de Leonardo. El cuadro está protegido por múltiples sistemas de seguridad y ambientado para su preservación óptima. Es revisado constantemente para verificar y prevenir su deterioro.


Además, se han usado herramientas tecnológicas para la investigación de enigmas que rodean la obra. Por medio de estudios históricos se ha determinado que la modelo podría ser una vecina de Leonardo, que podrían conocerse sus descendientes y que la modelo podría haber estado embarazada. Pese a todas las suposiciones, las respuestas en firme a los varios interrogantes en torno a la obra de arte resultan francamente insuficientes, lo cual genera más curiosidad entre los admiradores del cuadro.
La fama de esta pintura no se basa únicamente en la técnica empleada o en su belleza, sino también en los misterios que la rodean. Además, el robo que sufrió en 1911, las reproducciones realizadas, las múltiples obras de arte que se han inspirado en el cuadro y las parodias existentes contribuyen a convertir a La Gioconda en el cuadro más famoso del mundo, visitado por millones de personas anualmente

Hace casi un siglo, el lunes 21 de agosto de 1911, un carpintero italiano entró en el Museo del Louvre por la mañana, entre las 7.05 y las 7.10, atravesó varias salas y subió algunas escaleras sin cruzarse ni con guardias ni con empleados hasta llegar al célebre Salón Carré, donde se exhibían algunos de los tesoros más importantes de la pintura universal: Mantegna, Giorgione, Tiziano, Rafael. En una fracción de segundo y con una asombrosa sangre fría, descolgó el cuadro más famoso de todos: La Gioconda, pintada por Leonardo da Vinci entre 1503 y 1506 sobre una tabla de madera de álamo blanco de 77 x 55 centímetros.




Vincenzo Peruggia se escondió enseguida en la oscura escalera de una sala contigua, sacó un destornillador que tenía en el bolsillo, separó en cinco minutos el cuadro de su marco y lo despojó del escudo de vidrio que lo protegía. Se sacó los guardapolvos que vestía para envolver su tesoro y descendió con él debajo del brazo por el sitio que, normalmente, es el más transitado del museo: la majestuosa escalinata de mármol de la Victoria de Samotracia. Pero, como era el día semanal de cierre, nadie lo vio bajar ni salir por la misma puerta por la que había entrado.
En un instante se encontró en la calle. Tomó un taxi y se dirigió a su minúsculo departamento ubicado en el barrio del hospital Saint Louis, en el corazón de París. Posó esa joya del patrimonio artístico mundial sobre una desvencijada mesita donde solía comer y la cubrió con un trozo de terciopelo rojo. A las nueve de la mañana llegó retrasado a su trabajo, pretextando una supuesta borrachera la noche anterior.


Mientras el ladrón de La Gioconda se alejaba caminando por la rue de Rivoli, fueron varios los guardianes del Salón Carré que advirtieron el espacio vacío en la pared. Pero supusieron que, como ocurría habitualmente los lunes, se la habían llevado al estudio fotográfico del Louvre para retratarla. Por esa razón, durante horas, nadie se inquietó ni dio la alarma. En realidad, el primer aviso recién sobrevino al día siguiente.
El martes por la mañana, el museo más visitado del mundo abrió sus puertas al público a las nueve. El primero en sorprenderse por la ausencia del cuadro fue el pintor Louis Béroud, que tenía -como muchos otros copistas- una autorización especial para reproducir las obras del Louvre.


"Seguramente no tardarán en traerla. Debe de estar haciéndose retratar", le respondió el brigadier Poupardin. Para los guardianes de la sala, Mona Lisa era una soberana. Y, como toda verdadera diosa, era normal que se paseara libremente por escaleras, corredores y salones sin dar explicaciones. Su desaparición, sin embargo, haría cambiar de opinión a más de uno.
"Nos hemos enterado de que algunas damas ilustradas por el pincel de los maestros son habituées de esas idas y venidas. Esas señoras salen sin prevenir y regresan cuando les dicta la fantasía. Esa forma de actuar escandalizaría en una casa burguesa, pero es un hábito admitido en los museos del Estado", declaró René Doumie, de la Academia Francesa, algunos días después.
La explicación del estudio de fotografía era perfectamente plausible. Según relata Coignard, en virtud de un contrato firmado con el Ministerio de Cultura, la casa Adolphe Braun & Cía. poseía el privilegio de hacer transportar los cuadros del Louvre a un estudio que tenía en el mismo museo. Si bien eran muchos los que consideraban que ese arreglo era escandaloso, el museo podía así hacer fotografiar gratuitamente sus obras.


Gracias a la impaciencia de Béroud, a las once de la mañana ya todos sabían que Mona Lisa no estaba haciéndose fotografiar. Mientras la tensión aumentaba al ritmo de las idas y venidas inútiles de los guardianes y directivos del Louvre, una tercera búsqueda permitió hallar el cofre de vidrio que protegía el cuadro y el marco. Obra de arte del Renacimiento italiano, casi contemporáneo de La Gioconda, ese marco había sido donado al museo por un mecenas millonario: la condesa de Béarn, en 1906. La donación había permitido liberar a Mona Lisa de otro "marco detestable, de un dorado chillón, que para algunos testimoniaba el mal gusto de la época del Primer Imperio y, para otros, la decadencia de las artes durante el reino de Luis Felipe", escribe Coignard.
La policía recién fue prevenida a mediodía, según el Louvre, aunque las autoridades dijeron que habían sido informadas a las dos y media de la tarde. A comienzos de la tarde, el prefecto Louis Lepine y sesenta de sus mejores inspectores se desplegaron dentro del museo, mientras París aún seguía ignorando la noticia del robo.


Teniendo en cuenta que se había hallado el marco, la policía comenzó la búsqueda dentro del museo. Con lógica -pero sin el menor conocimiento de arte- pensaban que el ladrón sin duda había quitado la tela del bastidor, que la había enrollado y había optado por esconderla en algún sitio, esperando el momento de poder sacarla oculta en un bolsillo o debajo de una chaqueta. Todos parecían ignorar que La Gioconda no está pintada en una tela, sino sobre una lámina de madera. Cuando un conservador explicó a Lepine que, por su rigidez, la pintura no podía haber desaparecido fácilmente en el bolsillo de un pantalón, el prefecto replicó con condescendiente lógica policial: "¡Pero, desde esta mañana, el ladrón tuvo suficiente tiempo de cortarla en varios pedazos!".


A las tres de la tarde, por fin, el museo decidió cerrar las puertas al público, la noticia ganó la calle y la consternación comenzó a crecer como un tsunami en el gobierno. Al día siguiente, 24 de agosto, los titulares de la prensa francesa y del mundo entero informaban con más o menos ironía de la desaparición del cuadro más célebre del mundo: "¡Qué inteligencia, cerrar la jaula cuando el pájaro ya voló!", tituló el periódico comunista L’Humanité. Según Coignard, los comentarios del público no fueron menos irónicos: "¡Qué imprudencia volver a cerrar el Louvre! Otra vez nos robarán los cuadros..."
Tras varios días de búsqueda infructuosa, los investigadores, las autoridades y, por supuesto, algunos periodistas descubrieron escandalizados la ausencia total de seguridad y de control que rodeaba las obras más célebres del patrimonio artístico universal.


Mito argentino ,
Hasta allí los hechos. De allí en adelante, la historia comienza a balbucear y las pruebas son cada vez más escasas. Según una leyenda repetida con frecuencia durante casi un siglo, Vincenzo Peruggia nunca había pensado en robar el cuadro hasta que se cruzó en su camino el argentino Eduardo de Valfierno, quien habría sido el verdadero cerebro de la operación.
Valfierno había llegado a París en 1910 con una gran experiencia del mercado del arte y un falso título de marqués. En los años anteriores había estafado a varios coleccionistas sudamericanos, vendiéndoles obras de arte supuestamente "robadas" o "extraviadas". Esos cuadros, en realidad, eran copias perfectas realizadas por el marsellés Yves Chaudron, un virtuoso falsificador de obras maestras. El viaje a París de ese aristócrata sin fortuna obedecía únicamente a la idea de hacerse millonario con una operación de enorme audacia y que -por lo menos en teoría- no presentaba ningún riesgo.
Su idea, aunque parezca paradójico, consistió en urdir el robo de La Gioconda sin necesidad de tener que verse implicado en el delito. No necesitaba tener el original del cuadro quemándole las manos para hacerse millonario. La astucia se limitaba a explotar la noticia de la desaparición para vender copias del cuadro a media docena de ingenuos millonarios, dispuestos a pagar una fortuna para adquirir el supuesto original de Mona Lisa robado del Louvre.


Mientras el falso marqués comenzaba a frecuentar los salones más distinguidos de París a la pesca de eventuales clientes, su cómplice, Chaudron, demoró 14 meses en ejecutar seis copias irreprochables de la pintura. El eximio falsificador utilizó maderas añejas capaces de resistir el peritaje de un experto, empleó pigmentos similares a los que se usaban en el Renacimiento y usó sofisticadas técnicas de envejecimiento.


Para completar su plan, sólo le faltaba encontrar un hombre capaz de ejecutar el robo. El día que conoció al carpintero Vincenzo Peruggia, supo que había tocado el cielo con las manos. Para convencerlo, Valfierno le prometió una fortuna pero, sobre todo, lo encandiló con un argumento patriótico: le aseguró que un rico coleccionista italiano deseaba restituir La Gioconda a su tierra de origen, de donde había sido robada por Napoleón Bonaparte. El carpintero, casi analfabeto, ignoraba que en verdad el cuadro había sido vendido por Leonardo da Vinci en 1517 al rey Francisco I por 400.000 escudos de oro.


La perspectiva de volver a su patria millonaria y convertida en héroe nacional fue el principal motivo que encegueció a Peruggia, que se dejó arrastrar a la insensata aventura de apoderarse del cuadro más célebre del mundo.


Una vez que leyó en las primeras páginas de los diarios la noticia del robo, Valfierno desapareció y nunca volvió a ver al carpintero.Mientras Peruggia se consumía de impaciencia en la habitación de su departamento de mala muerte, esperando el momento de recibir el dinero prometido, el falso marqués tomó discretamente contacto con cinco coleccionistas estadounidenses y un brasileño, interesados en el original. A cada uno le vendió a precio millonario una de las copias realizadas por su socio Chaudron. Ese audaz golpe le proporcionó entre 30 y 60 millones de dólares de la época.


"Ninguna de las víctimas pudo ser posteriormente identificada. La primera razón es que no podían denunciar la estafa, pues corrían el riesgo de ser acusados de complicidad por haber intentado adquirir una obra de arte robada. En segundo lugar, todos prefirieron mantener el anonimato para no quedar públicamente en ridículo", escribió el historiador R. Shepard en su artículo "Cómo y por qué robaron La Gioconda", publicado en 1981 por la prestigiosa revista Art News.


El plan de Valifermo,
Valfierno empezó a vender las obras de arte que había en casa, y cuando se gastó incluso eso, se metió a falsificador: él aportaba sus contactos con potenciales clientes, y el pintor Yves Chaudron aportaba un talento inusitado para hacer verdaderas copias falsas.
Pero este hombre era un verdadero manirroto, por lo que no tuvo más remedio que preparar el gran golpe de su vida.
En París: En París estaba el pináculo del arte pictórico: la Giocconda en el Louvre. El orgullo de dos países europeos. Valfierno se lo tomó con calma: primero necesitaba encontrar los compradores, y lo hizo: media docena de primos, la mayoría estadounidenses (¿de qué nos suena esto?) dispuestos a pagar un dineral por el cuadro. Chaudron empezó a trabajar de inmediato en copias perfectas de la Mona Lisa, pero había un problema: nadie compraría una sabiendo que la original estaba en el museo. Debía desaparecer:


Es aquí donde entra en la historia Vincenzo Peruggia: un carpintero italiano que buscaba fortuna en París, pero que solo se encontró con Valfierno: como había trabajado en el museo, el argentino le contó un royo patriótico sobre un millonario romano que deseaba adquirir la pintura para devolverla a su país de origen. Perugia, conmovido, aceptó:
Vincenzo se escondió en un armario para las escobas la noche del Domingo




La policía desplegó 100 agentes y 60 inspectores. Peinaron el museo y cerraron el país a cal y canto. Las teorías conspiratorias se dispararon, y la falta de pistas desprestigió tanto a la policía que, desesperadamente, detuvieron al poeta Apollinaire y a Pablo Picasso como sospechosos.
Entre tanto, la pintura permanecía a dos manzanas escasas del museo, en el hotel de Peruggia, que no volvió a saber nada de Valfierno. Al fin y al cabo, el argentino no necesitaba el original, solo que este desapareciera.

Apenas consumado el golpe, el falso marqués Eduardo de Valfierno se radicó en Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte, en 1931. Pero, ebrio de soberbia, no se resignó a morir en el anonimato, sin hacerle conocer al mundo la verdadera historia del robo de La Gioconda. En una larga entrevista con el periodista Karl Decker, le confesó el origen real de su fortuna y todos los detalles del caso. Excluyó, sin embargo, el nombre de los seis millonarios embaucados


Mito tirado por tierra,
"En los 12 años de investigación nunca me crucé con un falso marqués argentino. Esa historia, como muchas otras, debe de haber sido inventada después de 1911 -afirmó Jérôme Coignard a LA NACION-. Ese supuesto argentino tampoco fue el único que aprovechó la desaparición de la obra para tratar de embaucar a coleccionistas dispuestos a todo para tener el cuadro de sus sueños." Basándose en declaraciones del mismo Peruggia años más tarde a un periodista, Poignard piensa que el incitador del robo podría haber sido Otto Rosenberg, un estafador alemán de alto vuelo que, como se dijo de Valfierno, habría reclutado al italiano para perpetrar el robo del siglo.






Lo cierto es que durante dos años, por alguna razón, Peruggia tuvo el cuadro oculto en su habitación hasta que un día de 1913 se dejó tentar por un anuncio que leyó en un diario italiano. Un anticuario de Florencia ofrecía pagar buen precio por "objetos de arte de cualquier tipo". Ese personaje era Alfredo Geri, que cuando dejó de ser representante de la actriz Eleonora Duse, instaló una galería de arte.


El 29 de noviembre, Geri recibió una carta enviada desde París por un misterioso Vincenzo Leonard, que le decía: "Tengo La Gioconda y deseo devolverla a mi país". Desconfiado, aunque intrigado por la oferta, el anticuario le propuso que lo visitara en su galería de Florencia. En el primer encuentro, Peruggia se presentó como un patriota italiano que estaba dispuesto a restituir La Gioconda a Italia a cambio de una recompensa de medio millón liras. "Sólo exijo la promesa de que nunca regresará al Louvre", le dijo.


El encuentro decisivo, finalmente, se realizó el 10 de diciembre. El galerista Geri, acompañado por su amigo Giovanni Poggi, director de la Galleria degli Uffizi, se presentó en el Hotel Tripoli e Italia, donde residía Peruggia. Envuelto en una tela roja, en el doble fondo de su baúl, el carpintero tenía el original de La Gioconda con el sello oficial del Louvre al dorso de la tabla.
Para ganar tiempo, Poggi le dijo a Vincenzo que, antes de pagar, quería someter el cuadro al peritaje de los expertos de la Galleria degli Uffizi. Mientras el ingenuo carpintero esperaba en el hotel, Geri y Poggi confirmaron la autenticidad del cuadro y alertaron a la policía. Peruggia se dejó detener sin resistencia. Cuando fue juzgado, un año y medio más tarde, sus abogados consiguieron probar que había actuado por motivos patrióticos y obtuvieron una sentencia simbólica de un año y medio de prisión. Salió de la cárcel a los siete meses, en plena Primera Guerra Mundial.


En un documental filmado que la televisión italiana difundió en los años 70, Renato Castellani se basó en un artículo de Orio Vergani para afirmar que Peruggia había muerto en 1947. Después de la difusión del film, su hija Celestina aclaró que su padre había muerto en 1925. "Mi madre se casó en segundas nupcias en 1927 y su segundo marido murió efectivamente en 1947. Ése fue el origen de la confusión", precisó.


Como suele suceder en estos casos, la existencia del argentino Eduardo de Valfierno no es la única incógnita de esta disparatada historia. Ni Coignard ni nadie consiguieron hasta ahora saber cuáles fueron las verdaderas razones que llevaron a Peruggia a robar el cuadro más célebre del mundo y cuánto hubo de verdad en sus intenciones patrióticas declaradas durante su proceso. Tampoco se sabe si el humilde carpintero actuó solo o formó parte de un complot de mayores dimensiones.
Lo importante es que finalmente La Gioconda volvió al Museo del Louvre el domingo 4 de enero de 1914, en medio de una movilización popular que tuvo aspectos de verdadera fiesta nacional. Su aventura había durado exactamente 2 años y 111 días durante los cuales -como corresponde a una de las mayores divas de la cultura universal- consiguió estremecer los cimientos del imperturbable mundo del arte internacional.


Tambien hubo otros sospechosos,
Uno de los primeros sospechosos fue Pablo Picasso. El pintor no tenía nada que ver con el crimen, pero inmediatamente trató de deshacerse de algunas estatuas que resultó haber sido robada del museo mismo. El poeta Guillaume Apollinaire fue llevado también a un interrogatorio. No se presentaron cargos, aunque sospecha seguido Picasso por un tiempo - sin duda un gran pintor que quiere un gran cuadro, corrió la teoría. Durante casi dos años la pista se enfrió.

¿Qué  hizo  Perruggia  que tuviera escondido por dos años a esta obra de arte?


Para empezar, él la mantuvo en un armario, y luego  con  una estufa en la cocina y, finalmente, en el maletero de doble fondo. Por un tiempo, apoyó la postal en la repisa de la chimenea, y en la carta a Geri que firma el propio Leonardo Vincenzo. Pero muy pronto, parece haber encontrado su difícil ver, no se puede vivir con el, no hay evidencia de los repetidos intentos de venderla.



El objeto robado Perruggia está pintado en un rectángulo de madera de álamo sólo 77cm de alto - "ni siquiera el tamaño de las pantallas de televisión nueva" fue la excepción notoria de los estadounidenses en la década de 1950. Me parece que la reacción extraña, tener la sensación de lo contrario - que la pintura actual es mucho más grande de lo que nunca esperamos. Tal vez sea porque la Mona Lisa se escala en la mente de uno con el tamaño de un número infinito de tarjetas postales y reproducciones. En realidad, puesto en concreto, por detrás de las capas de triples de vidrio a prueba de balas, parece tan grande como cualquier delincuente encarcelado.



¿Cómo la Mona Lisa en 1911, parecía que nunca lo sabremos. Hoy en día, su fotografía, su fama, la precede para que todos los avistamientos se declina: ¿Tiene ella coinciden, no se ven diferentes, ¿cómo se comparan con nuestras expectativas? La alegría de ver a cualquier pintura, en realidad, antes de ver sus reproducciones enanos - o peor aún, en el brillo falso de la computadora - es desde hace mucho tiempo más. Pero no es controversial para sugerir que el retrato de Leonardo es un caso especial.

Su belleza, por ejemplo. Mona Lisa - la persona, no la pintura - fue el epítome de la belleza para muchos escritores del siglo 19 y los cantantes del siglo 20. Sin embargo, para mí ella no es nada, con sus mejillas de ardilla, con los ojos muy juntos y la cara depilada.

Ella es famosa incluso en las partes - la silueta encorvada, las manos plegadas complacientes. Pero se me hace difícil creer que su lugar en la vida cultural realmente tiene que ver con la belleza intrínseca - ya sea la suya o la de la pintura.



Las fotografías de la escena del crimen de hace un siglo no muestran una caja de cristal dramáticamente vacío, hoy en día como uno podría ver, o incluso una gran extensión de pared desnuda, sino un espacio estrecho entre el Tiziano y Correggios - algo más parecido a un diente que falta. Es bien sabido que miles de personas llegaron a ver este lugar, este vacío, el espacio en blanco se rumorea - a más personas, a menudo se ha señalado, que solía visitar cuando la pintura estaba allí. Pero había algo que ver, no es exactamente un blanco. Cuatro ganchos de hierro y un esquema de polvo: el rastro fantasmal de la pintura. La sonrisa había desaparecido, o fue suspendida en el aire como el proverbial gato de Cheshire? Algunos afirmaron haber sentido que sigue resonando, como un régimen de visitas. Y es, después de todo, joya de la corona de la Mona Lisa, este acto artístico se desvanece.



Una sonrisa es una cosa tan difícil de describir. Casi siempre se pone rígido y se muere en el lienzo. La Mona Lisa es enigmática porque sólo de la técnica del sfumato de Leonardo - que humo, desenfoque borroso donde no se puede ver cómo termina la sonrisa en cada esquina, de modo que sólo las colas de distancia, sin resolver, literalmente abierta. 

Sfumato no es la única cosa que hace que su sonrisa misteriosa, por supuesto. Hay muchos factores que contribuyen, pero en la lista es la ausencia total de cualquier contexto visible o evento que podría ayudar a explicar esta peculiar sonrisa. Vasari lo redujo todo a una barraca de feria: Leonardo había dejado a los músicos y bufones para mantener su modelo de aburrimiento. Algunas personas piensan que ella recordaba el amor perdido.

Pero si la Mona Lisa fueron entregados a un bebé, su sonrisa se convirtió en beatífica y la hacen lucir aún más como un laico Madonna. Con un par de bufones en el sitio, que podría venir a través como si cortés desaprobación. El historiador del arte Edgar Wind, una vez su clasificar en dos escenas diferentes para ilustrar este punto, y fue capaz de demostrar que la misma expresión podría parecer el dolor de la crucifixión, o la alegría borracho en el contexto de una deleitarse bacanales.



Mona Lisa sonríe, pero ¿por qué? Nadie habla, sin bromas por que está agrietadas, no hay letras que leer, ni cenas para comer, ni gatos de compania, esta sola , por que ,tuvo un accidente cerebrovascular: ¿dónde está la causa probable? Y todas las interpretaciones de su sonrisa - solitario, trágico, tímido, incómodo, superior, incluso siniestra - dependen de que la falta de explicación. Pero lo que también dependen de, y lo hizo en 1911, es una ausencia mucho más: sus cejas. Ella tiene una mirada curiosa - desnudos, o como si la quimioterapia había trabajado su camino agridulce, privándola de no sólo las cejas, de hecho, pero también las pestañas. A pesar de las cejas son realmente crucial, ya que dan la definición no sólo a los ojos, sino a toda la cara.



Las cejas de la Mona Lisa estaban allí durante la vida de Leonardo. Un visitante a su casa en Francia - donde el artista empezó a trabajar para el rey francés Francisco I en sus últimos años - los menciona. Vasari, el gran historiador de arte renacentista, también se da una descripción de la pintura: "Los ojos brillaban y húmedo como siempre en la vida real su alrededor, manchas rojizas y pelos que sólo podía ser representada con sutileza inmensa Las cejas pueden.. no ser más natural: el pelo crece densamente en un lugar y en otro a la ligera después de los poros de la piel ". Con las cejas, todavía estaría fuera de los esmaltes profunda y lenta de la pintura de Leonardo, pero sin el enigma absoluto.



François Melzi,(su amor secrteto) es la razón por la que cualquiera de nosotros puede ver este retrato. Leonardo comenzó a pintar la Mona Lisa en Florencia alrededor de 1503, y se lo llevó con él cuando se fue a Francia 13 años después. Después de su muerte en 1519, la pintura pasó por varias manos hasta que François logró comprar por el equivalente actual de alrededor de 9 millones de libras. Cuando cayó la aristocracia durante la Revolución Francesa, la pintura se convirtió en parte de la colección pública del Museo del Louvre. Un gancho pequeño con la defensa patriótica Perruggia durante su juicio - que el motivo por el robo de la Mona Lisa no fue el dinero, pero a su regreso a la patria, vengando saqueo voraz de Napoleón de obras de arte de Italia - era que la Mona Lisa no fue robada de los italianos en primer lugar.

La prensa italiana ha estado en contacto con su reclamo, pero no al jurado en su juicio. Perruggia fue condenado a 12 meses en 1914. Finalmente regresó a Francia y abrió un taller de pintura en la Alta Saboya, la Mona Lisa se le dio una gira triunfal por Italia antes de que ella también regresara a Francia.



¿Cuál fue el efecto real de esta más famoso de todos los robos de arte? Por un lado, la repetición inmediata e intensa: es el cliché cinematográfico de las prensas de laminados, de alrededor de papel de periódico correr mañana los cilindros, que contiene imágenes de la Mona Lisa, su cara se convierta en una edición mundial, y entre ellos se enfrentan a una repetición de todas las anécdotas su sonrisa, sus poderes sobrenaturales y así sucesivamente. 
Ya en la década de 1930, los políticos franceses se propone que la Mona Lisa tiene su propia galería independiente ", porque todos los tours de Cook vaya a verla". "La gente no ha venido a mirar la pintura", de Robert Hughes, ha dicho, "pero a ellos dicen que lo había visto." A partir de ese momento, Hughes describe la subida perniciosa del mercado del arte hiperinsuflación. Sin embargo, su efecto sobre la cultura del museo también ha sido devastador. Los visitantes tienen que caminar hasta la galería del Louvre y ver si ella todavía está paseando su encanto misterioso.



Y aunque no se puede culpar a Perruggia totalmente de este desastre, ni el hecho de que casi nadie mira boda estupenda Veronese en Caná en la misma galería, tan vasto como es ignorado, el robo de la Mona Lisa hace un siglo, ha contribuido de manera exponencial a la de la pintura la fama en todo el mundo, a esta idea de una mujer con un pasado misterioso, aún aquí, recorre el presente: un espectáculo en una urna de cristal.


Durante varios siglos, las interrogantes sin respuesta acerca de la obra de Leonardo han ido creciendo, creando pasiones en muchos autores e investigadores. Pese a la gran cantidad de preguntas, las respuestas a las mismas no suelen ser del todo convincentes, dejando abierto el debate. Especialmente durante los siglos XIX y XX, las teorías acerca del origen de la modelo, la expresión de su rostro, la inspiración del autor y otras tantas, han tomado gran protagonismo y obligan a un análisis histórico y científico profundo. Todo este halo de misterio la hacen mas hermosa a la mona lisa,



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