lunes, 10 de octubre de 2011

Capac cocha, la momia del Aconcagua


Capac cocha, la momia del Aconcagua


El cerro Aconcagua es una montaña ubicada íntegramente en el departamento Las Heras de la Provincia de Mendoza -en el noroeste provincial-, al centro-oeste de la República Argentina, en la cordillera de los Andes. Es la montaña más alta de los hemisferios Sur y Occidental; incluso es la cumbre más elevada del mundo fuera de los Himalayas. Posee dos picos principales: la cumbre norte de 6962 msnm (22.841 ft), coordenadas: S32 39.11 W70.00. 42, y la cumbre sur de 6930 msnm.



Durante décadas figuró en las publicaciones la altura de 6959 msnm, hasta que múltiples registros en GPS en los últimos años demostraron que este cerro es 3 m más alto.
Durante los inicios de su exploración se pensó que era un volcán, pues uno de sus exploradores, Paul Güssfeldt, comprobó que las rocas que lo conformaban eran de origen volcánico, pero el profesor Walter Schiller, investigador geólogo del Museo de La Plata, publicó en uno de sus trabajos, que estas rocas volcánicas fueron depositadas en el lugar por fuertes eventos tectónicos y que no se evidenciaba ningún orificio o cráter en la cima del mismo.

Al norte y al este limita con el valle de las Vacas y al oeste y al sur con el valle de los Horcones inferior. Varios glaciares atraviesan sus laderas; los más importantes son el glaciar nororiental o polaco y el del este o inglés. Se encuentra dentro del Parque provincial Aconcagua, y es una montaña muy frecuentada por andinistas de todo el mundo, con una entrada de 6.000 a 7.000 visitantes por temporada, que se extiende entre diciembre y marzo.

Estudios geológicos sitúan la elevación del Aconcagua en la edad Permotriásica, unos 200 a 280 millones de años atrás. La montaña fue creada por la subducción de la placa de Nazca debajo de la placa Sudamericana durante la orogenia andina (terciaria, por lo tanto geológicamente reciente).
En este sector de la frontera de Argentina y Chile el límite entre los dos países se establece por la línea de las altas cumbres que dividen aguas y los cerros Catedral y Tolosa impiden que los deshielos que nacen en el Aconcagua se encaminen hacia el océano Pacífico, siendo tributarios del Atlántico. Además las aguas de estos dos últimos cerros tampoco van al Pacífico, por lo que la frontera corre a 14 km hacia el occidente del Aconcagua, hasta el cerro Caracoles, sobre el Cordón de los Dedos, dejando al Aconcagua enteramente en territorio argentino.

El origen del término Aconcagua es incierto, aunque se postulan dos procedencias; la primera es que proviene del mapudungun aconca hue que significa «que viene del otro lado»; la segunda es que proviene del quechua ackon  y cahuak del verbo cahua, que significa «mirar» o «el que mira»; tal vez «la gran roca que mira sus alrededores», o «centinela de piedra», sin embargo en la lengua aimara los vocablos kon kawa podrían ser traducidos como «centinela blanco» o «monte nevado”

A mediados de enero de 1985, cinco andinistas mendocinos integrantes del CLUB Andinista Mendoza, decidieron llegar a la cumbre del Cerro Aconcagua por el filo sudoeste, una vía prácticamente virgen.

La expedición estaba integrada por: Gabriel Cabrera, los hermanos Juan Carlos y Fernando Pierobon y Franco y Alberto Pizzolón.
En la parte del ascenso, uno de ellos creyó ver pasto, alga inusual a 5300msnm. Al acercarse a investigar comprobaron que eran plumas, siguieron investigando y descubrieron un cráneo de tamaño pequeño. Este grupo de andinistas tomaron una excelente decisión: dejaron todo como estaba y volver en busca de investigadores idóneos.
Al bajar se contactaron con miembros del Instituto de Arqueología y Etnología de la Facultad de Filosofía y Letras U.N.C.

Veinte días después partía otro expedición formada por cuatro arqueólogos (Victor Durán, Juan Sholinger, Eduardo Guercio y Julio Ferrari) guiados por Juan Carlos Pierobon, Gabriel Cabrera y Alberto Pizzolón.
La expedición comenzó el 23 de enero, finalizando el día 31. Para llegar a ese lugar hay que superar un glaciar muy empinado y un paredón muy escarpado, para llegar por el filo sudoeste del Cerro Aconcagua, en la base del Cerro Pirámide, donde estaba el hallazgo anteriormente encontrado.


Estos especialistas evaluaron y lo calificaron como un hallazgo arqueológico grandioso, lo que habían encontrado era el fardo funerario de lo que después fue llamada “la monia del Aconcagua”
Al desenfardarlo, comprobaron que era un niño varón de 7 u 8 años. Había sido envuelto en numerosas telas y entre estas había otras a modo de relleno. El cuerpo estaba pintado con pigmentos rojos, que podría ser se achiote (planta andina), también comprobaron que ese jugo fue lo último que bebió. Era un fardo funerario donde estaba el niño con sus ropas y muchas otras telas y amarras que lo apretaban. También había un par de sandalias, ojotas y dos bolsitas, una contenía semillas. Había estatuillas cerca del niño, tres hombrecitos y tres llamas



Capac cocha es un ritual de la Cosmovisión inca dirigido a las huacas en el que se realiza un sacrificio humano de niños púberes bellos y sin fallas, al cuales casan entre ellos previamente

Los sacerdotes incas realizaban periódicamente esta ceremonia que abarcaba montañas, islas y santuarios religiosos dentro de la gran extensión del imperio. El ritual culminaba con el sacrificio de niños acompañados de figurillas votivas en miniatura hechas de metales preciosos en sitios cuidadosamente seleccionados a lo largo del paisaje andino, y su realización se debía a ciertas contingencias tales como guerras, muertes o enfermedades de los gobernantes, o bien para momentos especiales del año, como los solsticios (Inti Raymi)

«Capacocha» era la práctica inca de sacrificio humano, generalmente usando niños. Los sacrificios se hacían en o después de eventos importantes, como la muerte del Inca o durante una hambruna. Se escogía a los niños para ofrecérselos al Inca para esta ocasión. Se cree que los niños usados tenían que ser físicamente perfectos: lo mejor que se le podía ofrecer a los dioses. Los niños eran adornados con ropa fina y joyería, para ser escoltados al Cusco a fin de reunirse con el emperador, donde se realizaría un banquete en honor de los niños. Entonces, el sumo sacerdote llevaría a las víctimas a la cumbre de la alta montaña, donde los sacrificaría ya sea por estrangulación o por golpes en la cabeza. Los misioneros escribieron copiosamente sobre el ritual, pero hasta muy recientemente no se había hallado evidencia arqueológica

Las montañas más altas de América han guardado en sus entrañas los secretos de 500 años y hoy se las reconoce como santuarios de altura de los Incas. “Sembrar muertos para cosechar vivos” decían los integrantes del imperio más extenso de la América Precolombina y tal vez esa sea la base para descifrar aquellos rituales religiosos donde se sacrificaban personas, principalmente niños de no más de 12 años, cerca del sol.

Y entre las montañas llamadas sagradas, una es la postal que identifica a nuestra provincia y al país con el mundo. Aquí, a más de 5 mil metros, de los 6.962 que lo convierten en el “techo” de América, fue descubierto la momia (cadáver que se deseca sin entrar en putrefacción) del cerro Aconcagua.

 
“En el sitio se hallaban dos pircas semicirculares y en una de ellas estaba el cuerpo, cubierto con varias mantas”, recuerda Gabriel Cabrera, experto andinista mendocino y guía jefe de la expedición que también integraban Alberto y Franco Pizzolon, Juan Carlos y Fernando Pierobón.

En un relato repetido varias veces, Cabrera rescata que: “Una de las mantas era de vivos colores, muy bien conservadas, mientras que el cráneo carente de pelo, aparecía deformado y perforado desde arriba”.

Así Mendoza entró un 8 de enero de 1985 en la historia de estos “entierros-sacrificio”, según la opinión de los arqueólogos. Precisamente uno de ellos, Juan Schobinger (suizo de nacimiento), recordó ahora aquel verano de hace 23 años: “La expedición del descubrimiento del enterratorio de Aconcagua, fue una de las cuatro que a principios del ’85 buscaron la cima desde distintos puntos, como una forma de conmemorar el 50° aniversario del Club Andinista de Mendoza”.


Y continúa: “Quince días después del descubrimiento, alrededor del 23 de enero de ese año, partieron los andinistas descubridores y tres miembros del Instituto Arqueología -Julio Ferrari, Eduardo Guercio y Víctor Durán-, el periodista Germán Bustos Herrera, la andinista Silvia Centeleghe y yo al mando de la expedición”.

A los 5.300 metros y en el inicio de un contrafuerte de forma triangular conocido como Pirámide y ante un alto paredón “infranqueable” para los indígenas, estaba el fardo funerario.





“Trabajamos dos días y así descubrimos el cuerpo de un niño de unos 7 años”. Fuertemente plegado, estaba envuelto en numerosas piezas textiles, siendo la más extensa un manto. Tenía un tocado totalmente engarzado con plumas amarillas y negras, probablemente de papagayos y tucán.

Hoy el ex catedrático de la Universidad de Cuyo (72 años), reconocido a nivel mundial por sus trabajos sobre el tema, rememora aquel verano del ’85: “Tras varias horas de trabajo, el fardo fue cuidadosamente retirado de la tierra congelada y mientras el laboratorista se ocupaba de su embalaje y preparación para el descenso, otro grupo procedía a continuar la excavación, tratando de llegar lateralmente hasta la pirca”.

Ahí hubo otro hallazgo. Junto a la momia se descubrieron seis estatuillas. Tres humanas, realizadas en oro, plata y spondylus (una valva del océano Pacífico) y otras 3 que representaban pequeños animales, tal vez llamas.


El niño tenía en sus ropas elementos de la costa del Ecuador, de la selva y tres mantos con aves bordadas, típicos de la costa central del Perú, y que existió antes del dominio Inca.
- Se podría afirmar que no es argentino, ya que las estatuillas y prendas son típicas del Perú. Estudios hechos revelan que comió exclusivamente maíz, alimento espiritual y ceremonial para ciertas culturas.
- La deducción es que no podía ser de la costa del Perú, ya que no comió mariscos, tampoco comió alimentos del Altiplano, se puede pensar que era de una zona intermedia con Cuzco.
- Los hombrecitos y llamitas le ponen al sacrificio un simbolismo de viaje.
- El ser sacrificado es una ofrenda que hacían los Incas, por lo cuál ese niño no muere, sino que paso a un estado superior, un mensajero al mundo divino.
- El Imperio Inca incluía en sus festividades sacrificios humanos, también cuando morían, generalmente niños menores de 14 años, de alta estirpe. Eran elegidos varios años antes y con su sacrificio acompañaban al Inca, Hijo del Sol.
- El sacrificio fue echo cerca del 1500, durante la hegemonía incaica. En 1480 vivieron Tupac Yupanqui y Guayna   Capac.
- Este hallazgo es excepcional, generalmente hay un solo sitio ceremonial por cerro, aparte hay que pensar que para ellos era algo que tenía que estar muy pensado, muy planificado y organizado. Hay que pensar y asombrarse en como hacían para llegar con su sacrificio a 5000msnm, en el Cero Aconcagua, o cualquier otro cerro de la cordillera, con 3 o 4 ponchos y sandalias.


Así el espíritu de los Incas mantiene, casi como hace cinco siglos, el lugar sagrado para siempre. Lejos del suelo y más cerca del cielo y el sol.


Fuentes:

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