martes, 1 de noviembre de 2011

Donde esta la cabeza de Francisco Goya,


Donde esta la cabeza de Francisco Goya,





Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, 30 de marzo de 1746 – Burdeos, Francia, 15 de abril de 1828) fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. El arte goyesco supone, asimismo, el comienzo de la Pintura contemporánea, y se considera precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX.
Tras un lento aprendizaje en su tierra natal, en el ámbito estilístico del barroco tardío y las estampas devotas, viaja a Italia en 1770, donde traba contacto con el incipiente neoclasicismo, que adopta cuando marcha a Madrid a mediados de esa década, junto con un pintoresquismo costumbrista rococó derivado de su nuevo trabajo como pintor de cartones para los tapices de la manufactura real de Santa Bárbara. El magisterio en esta actividad y en otras relacionadas con la pintura de corte lo imponía Mengs, y el pintor español más reputado era Francisco Bayeu, que fue cuñado de Goya.


Una grave enfermedad que le aqueja en 1793 le lleva a acercarse a una pintura más creativa y original, que expresa temáticas menos amables que los modelos que había pintado para la decoración de los palacios reales. Una serie de cuadritos en hojalata, a los que él mismo denomina de capricho e invención, inician la fase madura de la obra del artista y la transición hacia la estética romántica.
Además, su obra refleja el convulso periodo histórico en que vive, particularmente la Guerra de la Independencia, de la que la serie de estampas de Los desastres de la guerra es casi un reportaje moderno de las atrocidades cometidas y componen una visión exenta de heroísmo donde las víctimas son siempre los individuos de cualquier clase y condición.


Gran popularidad tiene su Maja desnuda, en parte favorecida por la polémica generada en torno a la identidad de la bella retratada. De comienzos del siglo XIX datan también otros retratos que emprenden el camino hacia el nuevo arte burgués. Al final del conflicto hispano-francés pinta dos grandes cuadros a propósito de los sucesos del levantamiento del dos de mayo de 1808, que sientan un precedente tanto estético como temático para el cuadro de historia, que no solo comenta sucesos próximos a la realidad que vive el artista, sino que alcanza un mensaje universal.


Pero su obra culminante es la serie de pinturas al óleo sobre el muro seco con que decoró su casa de campo (la Quinta del Sordo), las Pinturas negras. En ellas Goya anticipa la pintura contemporánea y los variados movimientos de vanguardia que marcarían el siglo XX.
El maestro murió en Burdeos, hacia las dos de la madrugada del 16 de abril de 1828, tras haber cumplido ochenta y dos años, siendo enterrado en Francia. En 1899 sus restos mortales fueron sepultados definitivamente en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, cien años después de que Goya pintara los frescos de dicha iglesia (1798).


Su enfermedad

Francisco de Goya sufrió una grave enfermedad entre 1792 y 1793. Esa enfermedad marcó un antes y un después, no sólo en la vida del artista, sino en su obra pictórica, que en adelante adoptó simultáneamente dos orientaciones completamente antagónicas: las plácidas, amaneradas y perfeccionistas pinturas de encargo, frente a los espontáneos, vanguardistas y revolucionarios cuadros de su serie negra y sus caprichos, donde la imaginación del pintor se muestra tan desatada como su pincel. Tenía entonces 45 años y como secuela le quedó una sordera total. Goya pasó la larga y penosa convalecencia en Cádiz, al cuidado de su amigo Sebastián Martínez, quien en la correspondencia que mantiene en defensa de los intereses del pintor se refiere en una ocasión al "mal que le hace a su cabeza, que es donde tiene todo su mal", mientras que en otra explica que "el ruido en la cabeza y la sordera en nada han cedido, pero está mucho mejor de la vista y ya no tiene la turbación que tenía, que le hacía perder el equilibrio. Ya sube y baja las escaleras muy bien y por fin hace cosas que no podía".


Estas escuetas referencias a los síntomas, las únicas que existen, han alumbrado dos posibles diagnósticos: crisis psicótica o sífilis. Algunos autores han defendido que la crisis psicótica era de tipo esquizofrénico, entre ellos los psiquiatras españoles Blanco Soler y Antonio Vallejo-Nájera. Según este último, Goya sufrió una esquizofrenia leve, con tres brotes agudos. Sin embargo, su hijo, Juan Antonio Vallejo-Nájera, en su libro Locos egregios revisa la documentación y llega a la conclusión de que Goya no sufrió esquizofrenia, pues, en su opinión, una crisis lo suficientemente grave como para alterar el modo de pintar hubiera alterado también la personalidad del pintor, cosa que no ocurrió.
La teoría, defendida por varios autores, de que los vértigos y afecciones cerebrales fueran consecuencia del nefasto ungüento napolitano que se administraba a los sifilíticos es muy verosímil, pues éstos son síntomas característicos de un envenenamiento por mercurio, pero no existen evidencias documentales. El radical tratamiento hacía retroceder la temida enfermedad venérea, pero el remedio era peor que la enfermedad, y en la mayoría de los casos los enfermos curaban de la sífilis, pero morían envenenados.


El psiquiatra norteamericano Niederland ha sostenido, finalmente, otra posible interpretación: que los síntomas descritos eran consecuencia de un envenenanimiento por el plomo de sus pinturas. Juan Antonio Vallejo-Nájera también rebate esta hipótesis, pues no era el artista quien preparaba las pinturas, sino un moledor que estuvo a su servicio durante décadas y que no sufrió ninguna secuela. Vallejo-Nájera sostiene que la enfermedad, incluida una depresión posconvaleciente, tuvo una influencia determinante en Goya, pero no de signo patológico, sino vivencial, que le hizo reaccionar y desarrollar su ingente caudal creativo.



Se denomina saturnismo o plumbosis al envenenamiento que produce el plomo (Pb) cuando entra en el cuerpo humano. Es llamado así debido a que, en la antigüedad, los alquimistas llamaban "saturno" a dicho elemento químico. Se denomina saturnismo hídrico al que se produce a través del agua ingerida, pues el plomo, mineral inoxidable muy maleable, no confiere gusto al agua ni a los alimentos. Precipita con ácido clorhídrico. Previa a la intoxicación existe una etapa de contaminación.
Cuando el plomo entra en el organismo, las enzimas que metabolizan los aminoácidos azufrados lo transforman en sulfuro de plomo. Para detectar la presencia de plomo en la sangre, el análisis más utilizado es el llamado espectrofotometría de absorción atómica en cámara de grafito.


El saturnismo genera anemia, debido a que el plomo en la sangre bloquea la síntesis de hemoglobina y altera el transporte de oxígeno a la sangre y hacia los demás órganos del cuerpo. Se cree que estas reacciones son provocadas tras la sustitución de los metales como el calcio, el hierro y el zinc por plomo dentro de las enzimas, al no ser de misma química, provoca que no cumplan debidamente las funciones enzimáticas. Es también una causa menos frecuente de hipertensión arterial secundaria.
El plomo es un metal pesado neurotóxico que, cuando está presente en la sangre, circula por todo el organismo ocasionando daños neurológicos irreversibles al llegar al cerebro.
Además de Goya, Beethoven padeció esta enfermedad, la cual es muy posible que le provocase la sordera y agriase su carácter. Caravaggio también padeció esta enfermedad debido a su profesión, también se dice que comía sobre sus lienzos.


El mito, que paso con la cabeza del gran maestro Francisco Goya

Los restos mortales de Goya, sin cabeza, se encuentran desde 1919 en la Ermita de San Antonio de la Florida de Madrid. Pero los avatares e incompetencias administrativas que acontecieron en relación con el traslado desde Burdeos a Madrid, lugar de su descanso final, constituyen toda una curiosa y sorprendente historia, que nunca y mejor dicho es merecedora de ser catalogadas de esas conocidas como “historias sin pies ni cabeza”. Es como si Goya hubiera querido seguir dándonos la tabarra después de su muerte, algo así como una continuación o epílogo de su agitada y azarosa vida. Analicemos como ocurrió.


En 1880 D. Joaquín Pereyra, a la sazón cónsul español en Burdeos, encontró de modo casual la tumba donde Goya estaba enterrado. El panteón, según la descripción hecha por Nieves Concotrina y Jesús Núño, era en forma de columna de unos tres metros de alto por uno de ancho, tenía ornada la parte superior con cariátides que sostenían en sus manos una cruz y una antorcha invertida que encuadran el epitafio. Al nicho se entraba a través de pequeña bóveda que se abría al oriente y bajando dos escalones. Una piedra de granito cerraba el sepulcro.

Don Joaquín, se interesó hondamente por el traslado de Goya a España y también de que el Gobierno español erigiese en Madrid un monumento mortuorio más digno y decoroso para un pintor de tan elevados quilates. Fue un asunto que, como veremos, constituyó para este tenaz diplomático una especie de monomanía y pasión. En estos términos se dirigía en carta y por tal motivo Don Joaquín Pereyra a su amigo Don Manuel Silvela, hermano del célebre político Don Francisco:

“.... Como desde el año 1878 tengo enterrado en el cementerio de la Chartreuse de esta ciudad el cadáver de Mi Señora, tengo la costumbre de visitarlo con mucha frecuencia. En una de estas visitas, en el año, 1880, hizo la casualidad que descubriese la tumba que encierra los restos del insigne pintor Don Francisco de Goya y Lucientes en un estado ruinoso, y de tal manera abandonada que no puede menos de impresionarme, sonrojándome al considerar que los restos de esta ilustre gloria se encontrasen sepultados en el mayor olvido y abandono en tierra extranjera, y sentenciados de que un día fuesen a confundirse en el osario común. Traté de tomar informes sobre el particular a fin de dar cuentas a nuestro gobierno, y me propuse procurar hacer lo posible por mi parte para que estos restos fuesen trasladados a España a un panteón digno de tan insigne patricio..”


Don Manuel Silvela se preocupó y atendió la idea y deseos de Pereyra, logrando por su gran influencia una dotación de las Cortes destinada a la construcción de un digno panteón en la Sacramental de San Isidro de Madrid, monumento que también acogería los restos de otros dos mortales ilustres, Meléndez Valdés y Donoso Cortés. El monumento se terminó de construir en 1886, pero hasta 1888 no se dirige al cónsul Pereyra el director de Instrucción Pública, a la sazón el cicatero Don Emilio Nieto, con una propuesta tan tacaña como la que se extrae de la siguiente carta:

“..No le extrañará pues, que solicite su cooperación valiosa en el asunto de tal importancia y honra como la glorificación de tan ilustre muerto, orgullo del arte nacional. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en repetidas comunicaciones, ha indicado la necesidad y la urgencia de que los restos mortales de Goya se trasladen a España por encontrarse en estado ruinoso el actual enterramiento del eminente artista....Con este propósito me dirijo a usted rogándole me haga el obsequio de indicarme los medios oportunos y la manera de vencer algunas dificultades suscitadas, por no existir en los presupuestos cantidad que se consigne para semejante objeto. Como será preciso reducir todo lo posible los gastos que origine el traslado, yo estimaría a usted muy mucho me indicara alguna persona de carácter y de su confianza que viniese de Burdeos a Madrid y pudiese encargarse de acompañar los mencionados restos.. Como en el mes actual regresan muchas personas de París a esta Corte, confío en que quizá no le sea difícil satisfacer mi deseo, dicha persona sería naturalmente provista de la documentación necesaria”.

 
Respetuosamente, Don Joaquín Pereyra, mostró su disconformidad ante la cicatería manifestada por el director General de Instrucción Pública. Negativa, a la que Don Angel Nieto contestó con una oferta un poco más generosas, pero indicando que se renunciase a cualquier clase de funeral u otro tipo de boato con el fin de no aumentar los gastos.

La exhumación se realiza por fin en noviembre de 1888. Con sorpresa y asombro de D. Joaquín y de los acompañantes se comprueba que en el féretro de Goya faltaba la cabeza. Suceso que nuestro cónsul relataba de este modo a Don Angel Nieto:
“ ...habiéndose llevado a cabo la exhumación y reconocimiento de los restos mortales del insigne pintor Don Francisco de Goya con las debidas formalidades ante el Comisario de Policía de las Delegaciones Judiciales, del Inspector de Cementerios, del director de Pompas Fúnebres, del Canciller de Consulado de España, dos testigos y de mí, observamos que abierta la tumba nos encontramos en presencia de dos cajas, una de las cuales estaba forrada de zinc, y la otra de madera sencilla sin ninguna placa ni inscripción exterior, ambas eran de la misma longitud. Se abrieron ambas. En la forrada de zinc encontramos los huesos completos de una persona, y en la otra estaban todos los huesos de un cuerpo humano, excepción hecha de la cabeza que faltaba por completo, lo que no dejó de sorprendernos a todos los allí presentes. Y precisamente todo induce a creer que los huesos encerrados en esta última caja son los de Goya, por ser los huesos de las tibias mucho mayores que los contenidos en la caja de zinc, y además haberse encontrado restos de un tejido de seda de color marrón, que debe ser los del gorro con que se presume fue enterrado Goya, así como por estando más próxima de la entrada del “caveau” debió ser la última que en él se colocó”.

Eran lógicas las deducciones del cónsul, dado que Goicochea fue enterrado tres años antes. Sin embargo, cabe preguntarse aún: ¿ Por qué apareció en la caja el gorro y no su cabeza ?, ¿ Es que se llevaron la cabeza después de haber sido enterrado? ¿ O se ente-rró ya decapitado e introdujeron el gorro ?. La frenología, pseudociencia hirviente en este momento histórico, pudo ser la causa principal de este extraño suceso. Los frenó-logos interesados por examinar las características anatómicas cerebrales en relación con la genialidad y la locura, pudieron ser los causantes, aunque posiblemente, tal como precisaremos más adelante, fuese el mismo Goya quién se prestó a ello dando su consentimiento antes de morir.

 
Hecha la exhumación, tal como comenta Pereyra en su carta al director de Instrucción Pública, las dos cajas se pulverizaron, por lo que hubieron de ser colocadas las respectivas osamentas en otras dos cajas más pequeñas. que fueron entregadas y guardadas, después de realizadas las correspondientes actas oficiales, en un depósito especial del cementerio. Pero ante la duda de cual de los dos restos sería el de Goya, lo más sensato era trasladar a los dos, pues uno u otro tenía que corresponder necesariamente al pintor. No gustó esta idea al cicatero D. Emilio Nieto, aunque Pereyra lo arregló todo con un pequeño aumento del gasto en el presupuesto colocando ambos restos dentro una misma caja debidamente separados. Las indicaciones y el celo de Pereyra sirvieron de poco, una negligente burocracia por parte española dio al traste con el intento del traslado. Goya y Goicochea habían de esperar a una mejor ocasión.

En 1891, el pintor Madrazo sensible al tema se ofrece en sentido pecuniario para solventar las posibles dificultades. La generosa disposición de Madrazo quedó sin respuesta por parte de los responsables gubernamentales y administrativos. Casi cuatro años después se vuelve a la carga sobre el asunto. Esta vez con D. Aureliano Beruete, cuñado del ministro D. Segismundo Moret. Se organizó una Comisión para tal fin, pero entre las dilaciones e incompetencia de la misma unido a ciertos papeles que quedaban por ultimar en la alcaldía de Burdeos hicieron que el pobre Pereyra se quedase otra vez frustrado en su deseo e idea del traslado.

 
Por fin en 1899, D. Francisco Silvela formó Gobierno, nombrando como ministro de Fomento al Marqués de Pídal, persona desde hacía tiempo muy interesado por solucionar el problema de los insepultos Donosos Cortés, Meléndez Valdés, y también de Goya, aún fuera de España. Con este motivo escribe Pidal al cónsul Pereyra, ya veterano y perito después de diecinueve años en el asunto.
“ Deseando el Gobierno solemnizar el próximo centenario de Velázquez y que coincida con él el traslado a España de los restos de Goya que se hallan en un cementerio de esa ciudad confundidos, según parece, con otros de la familia Goicochea de la cual era huésped al morir, me permito molestar a V. para rogarle me comunique cuantas noticias crea necesarias para el mejor y más breve éxito del Gobierno”.

El ministro encargó a su amigo, el arquitecto Albiñana, se trasladase a Burdeos e hiciese cargo de los restos de Goya. Pereyra insistió a Albiñana, para dilucidar cualquier duda posible, de la necesidad del traslado de los dos restos, el de Goya y Goicochea. Insiste de nuevo al cónsul en lo aconsejable y lo bien visto que sería el hacer además alguna ceremonia religiosa de cierta solemnidad en esta segunda exhumación. Albiñana tan tacaño como Nieto respondió:

.” Respecto a los funerales puede decirse una misa de cuerpo presente en la misma capilla del cementerio, pero sin darle carácter de honras fúnebres con invitaciones, pues todo esto harían que los gastos fueran mayores.”
 
El 5 de Junio de 1899, una vez levantada el acta de exhumación y dicha la misa en la parroquia de San Bruno de Burdeos, los restos de Goya y Goicochea salían para España. El cónsul entregó la caja a Albiñana que fue depositada en el furgón 132 del ferrocarril que tenía prevista la salida rumbo a España a las once y cuarto. Diecinueve años después del primer intento Goya y Goicochea, se reunían en la antigua Catedral de San Isidro con los otros muertos que les estaban esperando. En Mayo de 1900, Doña María Cristina firmó el que al parecer iba a ser el definitivo lugar de descanso del pintor, un mausoleo en el cementerio de San Isidro. Es así como Goicochea y Goya fueron inhumados en una de las cuatro sepulturas del panteón en cruz alrededor de una columna, lugar en el que permanecieron hasta 1919.

En noviembre de 1919, Goya y Goicochea fueron de nuevo exhumados y trasladados sin boato ni ceremonia religiosa alguna a la ermita de San Antonio de la Florida. Allí les esperaban entre otras personalidades asistentes, Mariano Benlliure y Joaquín Sorolla. Los dos amigos, Goya y Goicochea, continúan allí reposando desde aquella mañana otoñal y lluviosa del 11 de noviembre de 1919. “ Ni la muerte ni la pésima administración española - como comentan con cierto sentido del humor Nieves Coscotrina y Jesús Nuño - lograron separarles”.

 
¿ Pero que fue de la cabeza del pintor ?. La revista Tiempo preocupada por el tema ha barajado en fecha reciente dos pistas o hipótesis: la de Antonina Vallentín, biógrafa de Goya, y la del psiquiátra francés Bernard Antoniel. Según Antonina, en Fuentetodos existía hacia mediados del XIX un cuadro firmado por Dionisio Fierros en cuya parte posterior se leía esta inscripción: “El cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849”. El cuadro desapareció, pero en 1928 el académico zaragozano Hilarión Gimeno manifestó haberlo comprado este cuadro en una tienda de antigüedades. Las investigaciones de Antonina Vallentín le llevaron hasta un nieto de Dionisio Fierros, quién le manifestó que su abuelo tenía en el estudio una calavera y que muy bien podría ser la de Goya. La viuda de Fierros también corrobora este dato y dice además que un hijo suyo, siendo éste estudiante de Medicina, la portó con él a Salamanca. Por Dionisio Gamallo Fierro, sobrino de este estudiante y más tarde médico, sabemos de la anécdota siguiente. Entre 1911 1912, el tío de Gamallo quiso comprobar la fuerza expansiva de los gases introduciendo en la calavera garbanzos en remojo. El cráneo se fragmentó a través de las suturas en los distintos huesos que componen la calota craneana. Según comenta en su interesante novela Vicente Muñoz Puelles, El cráneo de Goya ( Valdemar, 2004 ), el estudiante de medicina no sabiendo que hacer con los huesos sueltos tuvo la siniestra humorada de dárselos a un mastín que le seguía por las calles de la citada ciudad, perro al que curiosamente dejó ya de ver. Al enterarse por su sobrino Gamallo que aquel cráneo podría haber sido el de Goya se cuenta que exclamó: ¡Qué indigestión la del mastín¡ Termina aquí la primera pista.


Según Antoniel, la otra versión, Goya dió el consentimiento a que su amigo el Dr. Jule Laffargue le cortase su cabeza una vez muerto para que realizara el corres-pondiente estudio frenológico. Antoniel asegura que el experimento se realizó en secreto en el asilo San Juan de Burdeos, lugar donde Goya se inspiró para verificar su serie de dibujos conocida como “Los locos de Burdeos”. El cráneo fue más tarde enviado a uno de los hospitales anexos a la Facultad de Medicina de Paris. A partir de aquí nada más se sabe del cráneo. Es, por otro lado, bastante verosímil que un exaltado frenólogo, entonces tan en boga, o tal vez un coleccionista loco y romántico profanase la tumba y cortaran su cabeza. ¿ Donde estará ahora si no ha sido destruido el cráneo que alojó durante 82 años un cerebro pictórico tan genial?. Nada más se sabe, el destino final de la cabeza de Goya continua aún siendo un misterio.


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