martes, 8 de noviembre de 2011

Un diablo oculto, en la Basílica de San Francisco de Asís

Un diablo oculto, en la Basílica de San Francisco de Asís



Restauradores de arte descubrieron la figura de un diablo oculta entre las nubes de uno de los frescos más conocidos del pintor italiano Giotto en la Basílica de San Francisco de Asís, dijeron el sábado autoridades eclesiásticas.
El diablo estaba oculto entre los detalles de las nubes en la parte superior del fresco número 20 del ciclo de escenas sobre la vida y la muerte de San Francisco, pintadas por Giotto en el siglo XIII.
El descubrimiento fue realizado por la historiadora del arte italiana Chiara Frugone.

Muestra el perfil de una figura con nariz ganchuda, sonrisa ladina y oscuros cuernos oculta entre las nubes en la escena que representa la muerte de San Francisco. La figura es difícil de ver desde el suelo de la basílica, pero emerge claramente en fotografías tomadas de cerca.
Sergio Fusetti, restaurador jefe de la basílica, dijo que Giotto probablemente no quería que la imagen del diablo fuese una parte fundamental del fresco y lo pintó entre las nubes "para hacer algo un poco divertido".
El maestro podría haberlo pintado por despecho hacia alguien que conocía representándolo como un diablo en la pintura, según dijo Fusetti en la página web del convento.

Las obras de arte de la basílica del convento donde está enterrado San Francisco han sido finalmente restauradas tras resultar gravemente dañadas en un terremoto en 1997.
La Basílica Papal de San Francisco está situada en Asís, en la región italiana de Umbría, y es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000.
Lugar de la glorificación de San Francisco de Asís, se distinguen en ella dos partes fundamentales: la Basílica inferior, baja y oscura, y la Basílica superior, espaciosa y luminosa. Esta distribución se ha interpretado de manera simbólica: la primera representaría la vida de penitencia, mientras que la segunda simbolizaría la gloria.

La basílica forma parte de todo un complejo monumental franciscano. Enfrente del atrio que precede el ingreso de la basílica inferior se encuentra el ex Oratorio de San Bernardino, construido para la Tercera orden de San Francisco por oficiales lombardos en torno a la mitad del siglo XV. Tras el portal, se entra en el Sacro Convento que, además de la comunidad de Frailes Menores Conventuales, encargados de la custodia de la basílica, actualmente aloja el Instituto Teológico de Asís (ITA), el Instituto de Ciencias Religiosas (ISSRA), un Centro de documentación y un importante fondo de documentos y libros especializados en temas franciscanos.

La basílica tiene gran importancia desde el punto de vista religioso, al ser sede de la Orden Franciscana y tratarse de una parada fundamental para muchos peregrinos durante su viaje a Roma, y desde el punto de vista artístico, al contar con obras como La vida de San Francisco en los frescos de Giotto.
Según la tradición, fue el propio Francisco quien indicó el lugar en el cual quería ser enterrado. Se trata de la colina inferior de la ciudad donde, habitualmente, eran enterrados los “sin ley” y los condenados por la justicia, quizás razón por la cual era llamada Collis inferni. Más adelante, el Papa Gregorio IX llamó a esta zona Collado del Paraíso. Este lugar, situado junto a la ciudad y a un bosque en su cara norte, y desde donde se divisa todo el valle de Espoleto, era ideal para la vida de los frailes.

En la época de la construcción, la fama del santo era ya universal. Para completar la basílica llegaron ofertas de gran parte del mundo. Todo el complejo arquitectónico fue completado en poco más de un siglo, para lo cual se llamó a maestros arquitectos, artesanos y pintores de entre los más grandes de aquellos años.
En marzo de 1228 fray Elías, general del Orden Minorita y máximo responsable del proyecto, recibió de Simone de Pucciarello, en nombre del Papa, un terreno al oeste de la ciudad. El 16 de julio de 1228, sólo dos años después de su muerte, Francisco fue proclamado santo por Gregorio IX; el día siguiente, 17 de julio, el Papa y fray Elías pusieron las primeras piedras para la construcción de esta imponente basílica, que albergaría los restos mortales de Francisco y sería la sede del Orden que acababa de nacer.

La estructura que se quería dar era en un principio bastante simple, pero fue rápidamente modificada según líneas más majestuosas, inspirándose en parte en la arquitectura románica Lombarda.
El complejo, formado por dos iglesias superpuestas e independientes de nave única con transepto saliente y ábside, se terminó en 1239. Fue consagrado al culto en mayo de 1253, año en el que también murió fray Elías, por el Papa Inocencio IV, quien ordenó que el conjunto se dignificara con trabajos de decoración. A finales del siglo XIII, la basílica inferior se enriqueció de capillas laterales, todas en estilo gótico.

Desde 1289 cuando Nicolás IV, primer Papa franciscano de la historia de la Iglesia, le concedió el estado de Iglesia papal, toda la basílica está sometida a la directa jurisdicción del pontífice. En 1754 el Papa Benedicto XIV le otorgó la categoría de Basílica Patriarcal y Capilla Papal. El 8 de agosto de 1969 Pablo VI determinó que la Basílica pasaría a estar regida por un Cardenal como Legado suyo

El 25 de mayo de 1230 se habían transferido los restos mortales de Francisco desde la iglesia de San Jorge (futura iglesia de Santa Clara) a la basílica construida en su honor. Enterrado bajo el altar mayor en un lugar inaccesible, durante siglos se perdió la memoria del punto exacto donde se encontraba su cuerpo. Tras el descubrimiento, con autorización de Pío VII, de la tumba del santo en diciembre de 1818, se excavó la cripta, que fue realizada en estilo neoclásico bajo la dirección del arquitecto romano Pascual Belli. El estilo contrastaba demasiado con el resto de la basílica, por lo que entre 1925 y 1932 la cripta fue radicalmente modificada mediante un proyecto del arquitecto Hugo Tarchi según el estilo neorrománico.


El 26 de septiembre de 1997, a las 02:33, un fuerte temblor de tierra afectó a las regiones italianas de Umbría y Las Marcas. Unas nueve horas más tarde, otro terremoto se repitió en la zona, provocando la muerte de dos frailes y dos técnicos que se hallaban supervisando los daños que el primero había provocado en la basílica superior.
Ambos sismos causaron profundas grietas, con el derrumbe de la bóveda en dos puntos, e ingentes daños en el tímpano del transepto. Ciento treinta metros cuadrados de frescos medievales se redujeron a miles de fragmentos: el San Jerónimo, atribuido por algunos a Giotto joven, donde estaban representados los cuatro doctores de la iglesia; la figura de San Mateo, sobre la bóveda donde se representan los Cuatro Evangelistas de Cimabue; y además, la bóveda estrellada, repintada en el siglo XIX. Desde el arco de la contrafachada y desde la nervadura, también derrumbados, cayeron a tierra ocho figuras de santos y otras decoraciones.

El conjunto de tareas de restauración se denominó El taller de la Utopía (en italiano, Il cantiere dell’utopia).
Las primeras intervenciones tras el terremoto se dirigieron sobre todo a la puesta en seguridad del edificio y a la recuperación de los fragmentos esparcidos entre los escombros. Las muestras de solidaridad no se hicieron esperar; así, se recibió la ayuda de técnicos de la Superintendencia y restauradores del Instituto Central para la Restauración de Roma (ICR). También trabajaron muchos voluntarios de toda Italia, principalmente estudiantes de los Cursos de Conservación y de Historia del Arte de Viterbo y Roma, pero también historiadores del arte, fotógrafos, arquitectos, informáticos, físicos, químicos, biólogos y bomberos, entre otros.

La basílica permaneció cerrada hasta el 29 de noviembre de 1999, debido a trabajos de conservación y restauración. Dos de los ocho santos contiguos a la contrafachada, San Rufino y San Victorino, fueron repuestos en la bóveda. Se recogieron, en condiciones difícilísimas a causa de los continuos golpes de asentamiento, más de trescientos mil fragmentos procedentes del arco de los santos y de las cercanas bóvedas de San Jerónimo, estrellada y de San Mateo. Tras esta primera fase, siguió otra que consistió en un trabajo de selección y clasificación de los fragmentos en base a los matices, el color y la técnica de ejecución. Sucesivamente, se pasó al reconocimiento fotográfico, seguido de tentativas de localización, en base a los puntos de fractura, de los posibles puntos de juntura. Resultó indispensable el auxilio de las fotografías en color realizadas antes del sismo y su impresión a tamaño natural, sobre las cuales se pudieron efectuar las pruebas de correspondencia de los fragmentos.

El 26 de septiembre de 2001 se recolocaron los ocho santos (Rufino, Victorino, Benito, Antonio de Padua, Francisco, Clara, Domingo y Pedro Mártir).
Un año después, el 26 de septiembre de 2002 se recolocó también la cúpula de San Jerónimo, tras trabajar quince expertos del ICR con unos 50.000 pequeños fragmentos sobre una superficie de ochenta metros cuadrados. Esta parte de la reconstrucción fue subvencionada por el Gobierno italiano con 2,5 millones de euros, y por el Fondo Europeo con 250.000 euros. Se recuperó el 70% del fresco original.
El 5 de abril de 2006 se desarrolló la inauguración de las bóvedas de San Mateo y del cielo estrellado. Por desgracia, no se logró recuperar todo el material. Antes del derrumbe, las condiciones del fresco de San Mateo no eran buenas por la oxidación de esta obra de Cimabue. Sólo el 20% de los 120.000 fragmentos en que se convirtió pudieron recolocarse. Ocupó a decenas de restauradores, se emplearon unas 160.000 horas de trabajo y el coste fue de dos millones de euros

Giotto di Bondone, mejor conocido solo por su nombre de pila (Colle di Vespignano, 1267 - Florencia, 8 de enero de 1337) fue un notable pintor, escultor y arquitecto italiano del Trecento. Se lo considera el primer artista de los muchos que contribuyeron a la creación del Renacimiento italiano y uno de los primeros en romper las limitaciones del arte y los conceptos medievales. Si bien se limitó fundamentalmente a pintar temas religiosos, fue capaz de dotarlos de una apariencia terrenal, llena de sangre y fuerza vital.
El segundo ciclo de frescos de importancia asociado o atribuido a Giotto es la "Vida de San Francisco" en la Iglesia Superior de San Francisco, en Asís. Si el autor fue en verdad Giotto no es solamente uno de los mayores problemas que enfrentan los expertos, sino también una de las mayores controversias de la historia del arte. 

Los frescos de San Francisco son, evidentemente, obra de un pintor de enorme talento. Sus retratos íntimos y humanos han definido, en realidad, la imagen popular que se tiene del santo. Pero existen, sin embargo, grandes diferencias técnicas y estilísticas entre estas obras y las de la Capilla de los Scrovegni. Ellas han hecho que muchos críticos se nieguen, aún hoy en día, a aceptarlas como obras del mismo artista. Los intentos de atribuir a Giotto otros frescos de la ciudad de Asís han producido disputas similares entre los estudiosos de su obra.
En la actualidad, sin embargo, son mayoría los estudiosos que consideran segura la autoría de Giotto, si bien admiten que habría contado con amplia colaboración de los miembros de su taller. No hay acuerdo en cuanto a la cronología de la obra, pues, aunque es mayoritaria la datación en los primeros años del siglo XIV, hay autores que retrotraen la fecha hasta 1291-1292. Hay acuerdo en cuanto a que se trata de una obra anterior a la de la Capilla de los Scrovegni.

Los frescos cubren la parte inferior de tres de las paredes del templo, las dos laterales y la interior de la fachada, a ambos lados de la puerta. Se trata de 28 episodios de la vida del recientemente canonizado Francisco de Asís, siguiendo el relato de la Legenda maior de San Buenaventura.

  Sera un mito, que hacia este diablo en el fresco de la iglesia, 
 

Fuentes:


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